martes, 14 de julio de 2009

La habitacion del castillo era amplia y luminosa, el desayuno esta puesto sobre la mesa listo para empezar a comer. Los dos jovenes esperaban de pie la llegada del señor del castillo aunque de forma muy diferente. El primero de ellos un joven apolieno de rasgos perfectos esperaba de pie de forma impaciente, cambiaba el peso de su cuerpo de un pie a otro porque la armadura que le cansaba demasiado, estaba inquieto y valanceaba su espada desenfundada con impaciencia. Mientras, el segundo joven esperaba con una mezcla de aceptacion y aburrimento, tenia las manos metidas en su chaqueta de cuero negra y esperaba medio encorvado la llegada del anfitrión en silencio como su acompañante.
Al cabo de unos minutos aparecio por una puerta lateral un hombre alto y moreno. Llevaba el el pelo peinado hacia atras y un fino bigote debajo de su nariz aguileña. Llevaba puesta una bata de terciopelo rojo habierta, y los pantalones del pijama también de teciopelo rojo, su torso quedaba desnudo pero le daba una buena impresión.

-Disculpad este aspecto pero hasta las once no soy persona- Dijo el hombre de la bata sentandose en la cabecera de la mesa y haciendo un gesto a los dos chicos para que se sentasen.
-Soy el principe Sigfrido, futuro rey.-Dijo el joven de la espada y la armadura.- He cabalgado incontables leguas en busca de mi amada la princesa Siglinda. Despues de incontables hazañas dignas del más grande heroe de nuestra época he sabido por medio de uno de tus lacayos que tu, ser maligno, la tienes cautiva y he venido a rescatarla aunque tenga que teñir los muros del rojo de tu sangre.
-¿Qué?- Preguntó el hombre de la bata completamente perplejo.
El principe dio un suspiro de desasperacion y volvio a emprezar.
-Soy el principe Sigfrido, futuro rey.He cabalgado...
-Espera yo se lo explico.-Dijo el joven moreno, haciendo un gesto con la mano dijo.-Hola soy
Cris.
-Encantado yo soy Algernon- Respondio el hombre de la bata.
-Verás Alguernon ¿te puedo tutear?-
-Si claro como quieras.
El principe dio un bufido de desespercion.
-Veras aqui Sigfrido esta buscando a una tal "Silida"
-"Siglinda"-Lo corrigio el principe con desesperación mientras ponia los ojos en blancos y murmuraba una maldición.
-Si bueno lo que sea, ¿no la tendrás secuestrada por algun casual verdad?
-La verdad es que no recuerdo tener secuestrada a ninguna "Salida".
-"Siglinda"-Grito el principe bastante enfurecido.
-Perdon "Sig - lin - da".
El principe se abalanzó sobre Algernon hasta ponerle la espada en la garganta.
-No mientas cruel esbirro de mal, sabemos que la tienes cautiva, habla o te degollaré.
-¿Me acaba de llamar "esbirro"? -Preguntó obviando el hecho de que una espada se apoyaba contra su cuello.
-Si, pero no se lo te lo tomes como algo personal, se lo hace a todo el mundo.-Contestó Cris sin darle importancia a la espada.
El principe puso la hoja en contacto con la piel para que todos recordasen el detalle de que él llevaba la espada.
-Habla o siente el frio acero en tu pellejo. Dime donde tienes a la princesa "Silida". Digo... "Siglinda"
-Ya te lo he dicho Sifdfrig, no tengo a nadie secuestrado que se llame "Salida", "Silida", "Sugila" o
"Siglinda". Tengo un Alex, un Gabrien y un par de Johns, pero ninguna "Sig- lin- da".- Algernon pronunció el nombre despacio para no enfadar al principe.
-¿Estas seguro?-Pregunto Cris levantando una ceja.
-Si, eso creo. Aunque ahora me haceis dudar. Pero creo que recordaria a alguien que se llame "Sig- lin- da".-Al pronuncia esta vez despacio se dibujo la sorpresa en la cara de Alguernon. -¿No te referiras a Linda verdad?
El principe puso un gesto de confusión.
-¿Una chica rubita de pelo rizado, muy mona, pequeñita, de ojos azules, le encanta el rosa y las cosas blanditas y monas?- Le pregunto Algernón.
-Si no se calla nunca, es ella- El principe miró a Cris con ira después de este comentario.
-Querras decir si su belleza no tiene parangón, mi inculto escudero.
-¿Cuantas veces tendremos que repetir la comversacion de "soy guia, ¡no escudero!"?
-Dime babosa infecta ¿donde tienes a mi amada "Silida", a que horribles torturas la estas sometiendo?
-Eh, que no tienes porque hablarme asi.- Antes de poder continuar la frase el principe volvio a apretar la espada contra su cuello.- Un segundo.- Alguernón cogió un pequeño objeto negro y apuntó a la pared con el. De la pared surgió un espejo en el que se veía a la princesa descansando en una tumbona junto a una especie de lago y bebiendo de una copa aun más extraña.-Esta en la piscina tomandose un margarita.
-¿Que clase de magia es esta? O infame hechicero quieres distraerme para atacarme. Pero no lo conseguiras. Levantate y luchemos en singular combate por aquella a quienes las mismas estrellas palidecen en belleza.
-¿Siempre es asi?-
-No si hoy esta tranquilo, imaginate llevarte dos semanas con él.
-Es que acaso tratas de enfurecerme aun más sabandija, lucha como un hombre o muere ante mi espada.
-¿Cris te importaria ayudarme un poquito con él?
-No te creas es divertido verlo cuando no me lo hace a mi. Pero vale.-Cris se aclaró un poco la garganta y comenzó.-¡Oh! Poderoso y noble Sigfrido, caballero de la virtud, este cruel y malefico hechicero siente pavor ante tu espada y una muestra tan fuerte de vuestro puro amor ante el que se rinde.
-¿Eso es cierto? ¿Estais llenos de pavor?- Pregunto el prinicpe un tanto incredulo.
- A rebosar.
-Si es asi, dime pues ¿como puedo llegar hasta mi amada?
-Pasa por esa puesta, sigue por el pasillo y entraras en una habitación magica, en uno de sus laterales hay un panel con botones pulsa el 3 ¿sabes contar no?- El principe volvio a bufar de impaciencia.- Tomaré eso como un sí. Pulsa el tres y cuando se habrán la puertas cruza el pasillo y llegarás a la piscina.
El principe caminó a paso rapido hasta la pueta, pero justo en el, último momento antes de salir se volvio y dijo:
-Si esto es una trampa ten por seguro que volveré y maldecirás el dia en que osaste pensar en mi dulce "Siglinda"

jueves, 2 de julio de 2009


Ando por un camino eterno, en el que veo fantasmas de gente que llora; se que no puedo tocarlos, quizás sea yo el fantasma. La calle por la que transito, entre los llantos de personas, que no se si están ahi, se hace muy pesada porque el equipaje que porto es más de lo que mi alma puede resistir. Entonces veo su cara, su hermosa sonrisa llena de satisfacción. Va justamente delante de mi encendiendo cada luz a la que me acerco; pero lo suficientemente lejos para que no vea su rostro. No importa, todo mi cuerpo hace un esfuerzo y consigo articular su nombre, es solo un susurro pero se que lo digo. “Loki”. Despierto, mis ojos siguen vendados para que yo pueda ver, mis cadenas siguen aprisionando mi cuerpo para poder moverme y los ganchos siguen desangrándome para poder vivir. Pero algo es diferente, él esta aquí, saboreo su hedor en el aire, mis oídos oyen su presencia. No es como los demás, él no se jacta de verme desde fuera como los otros. Se que están viéndonos, pero solo me preocupa uno de ellos que nos ve desde las sombras, creó este juego, pero sabe que esta vez es diferente, tiene la certeza que esta vez desconoce el final. Se que Loki sonríe, puedo verlo en mi mente, se que le gusta torturarme con fantasías. No me toca pero me destroza, esta vez notos sus manos en mi pecho y se hunden atravesándome, desgarrándome, empieza a buscar en mi interior, entonces sus manos sujetan fuertemente lo que buscaban, tiran de él hasta sacarlo por completo. Soy yo, me veo frente a mi, estoy en los dos sitios a la vez, pero solo en conciencia y en ninguno de los dos casos puedo moverme. Loki me da algo, me pone en las manos una barra de acero. La blando unos segundos en el aire antes de empezar a golpear ese cuerpo encadenado en el que yace mi conciencia y desde donde veo todo como un espectador impotente. Los golpes no tienen nada que ver con el dolor que conozco, es algo completamente diferente. Para poder sopórtalo aprieto los dientes y corto con ellos mi lengua, mi boca se llena de sangre y el trozo mutilado cae al suelo. Ya dan igual los golpes, sólo siento el calor de mi propia sangre dentro de mi boca y busco consuelo de un dolor en otro. Sólo deseo el descanso por fin, es más, imagino la lapida que me cubrirá, sin inscripciones, sin marcas, sólo una losa que me selle del mundo exterior y a él de mi. Y lo noto, noto su frió abrazo, veo la oscuridad total a mi alrededor, la gran lapida se cierra sobre mi para custodiarme como un fiel guardián. No hay más, sólo la nada, el descanso del no ser; pero antes de zambullirme en el deleite de la desaparición una frase se dibuja en mi mente con letras brillantes, que reza “el que muera, que muera bien”.

¿Por que él...


Se mira las manos y los surcos del tiempo han dejado sus marcas en ellas, la apatía y el cansancio de unos huesos que han visto demasiado le impiden moverse, ni siquiera se puede levantar de la roca que le sirve de asiento. El viento le trae espejismos de gente que aun no ha visto, de sitios donde no ha estado, de labios que no ha besado, y eso le duele más que todas las heridas y enfermedades que ha sufrido a lo largo e su vida. La imagen del deseo le perturba su vida, se ha desvanecido antes de empezar, pero que puede hacer, la desesperación le invade pero ni entonces se puede mover. Un susurro mana de sus viejos labios agrietado, frases que jamás oirá nadie, que se pierden, que hablan de la experiencia, que suplican, no por él, sino por los que ve disfrutar por los que se cambiaria sin dudarlo, por los que están condenados a tener un final como él. Siente como su cuerpo deja de pesar, como la vida se va con cada fracción de segundo que pasa y no puede reprimir una sonrisa triste, la ironía de que la vida pasó fugazmente y su muerte se está haciendo cada vez más lenta. Sabe que es su fin porque se ve a si mismo desde fuera, no es más que la figura de un viejo vagabundo sentado en una piedra. Ya no respira, no se mueve, no es más que otro objeto inerte en un lugar en el que nunca será hallado su cuerpo. Nadie llorara por él, nadie le echara de menos, solo esta muerto. Flota durante un segundo volviendo a los lugares que vio en vida; ríos, montañas, pueblos, ciudades y castillos. Ve a gente joven que vive y disfruta, los envidia como sólo los muertos pueden envidiar. Mujeres a las que desea pero jamás amará, hombres a los que admira pero que no conocerá, lugares y sitios que no verá jamás. Pero lo que más perturbará su corazón durante toda la eternidad, es esa imagen de un hombre ignorante y pobre que no ansía más que lo que tiene, es una visión sombría que le hiere como si fuesen miles de enemigos intentado hacerle daño, y se pregunta durante toda la eternidad el por que él ha estado maldito con saber su ignorancia. Si hubiese podido ser como ese hombre feliz sin ansiar más de la vida de lo que se tiene ¿Por qué el no podía ser feliz?

La bella durmiente.

Y con la sangre brotando de mis labios me acerqué a su figura felina deseando tocarla. Se mantuvo fría y distante como una estatua de hielo, mirando a la inmensidad que nos rodeaba y sin percatarse de mi existencia. Tardé unos segundos en darme cuenta que, para ella, como para los demás, yo no era más que un fantasma, una sombra que vagabundeaba entre ellos a la que no prestaban atención por más que lo desease. Sintiéndome vacío, como otras veces, continué mi camino eterno de soledad, contemplando las figuras de mármol entre las que andaba, tan bellas y tan hermosas, pero ciegas y vacías como la piedra de las que están esculpidas. El silencio de la soledad es lo único que me acompaña, mientras que, como el espíritu errante que soy, sigo caminando cansado sin sentir nada más que el agotamiento extremo, producido por la incesante búsqueda de una forma de salir de allí, pero todo es en vano y mí corazón se rompe dentro de mi cuerpo una y mil veces. Sé que la veo eterna con su belleza única y con diferente aspecto. Las cadenas por las que me sujeta no tienen parangón. Ni toda mi fuerza podrá soltarme, ya que por desgracia yo mismo me encadene estúpida y vanamente, sabiendo que no tendría escapatoria y me moriría a sus pies. Pero allí esta, alzada ante mi. Sigue fría y sin verme, hermosa y dulce, pero cruel. Ella me creó como soy ahora, y producto de sus acciones es el monstruo en el que me convertido. Ni la odio ni, le guardo rencor, porque la amo todo le perdono, y porque sé que en su ignorancia radica su fuerza y, ante la negación de mi existencia, su vida es más fácil. En mi mente deseo oír su voz, para que me mate con sus palabras y acabe con mi sufrimiento, pero para qué escuchar algo que ya conozco, algo que para mi es tan verdad como ella misma. Sé que no podré tocar a mi diosa, pero no por ello dejaré de intentarlo. Por mucho que sufra y aunque el polvo me oculte y tape mi nombre, deseo que ella limpie mi rostro, pero recuerdo siempre al final de mi deseo que sigue inerte y que me será imposible despertarla de su dulce prisión. Vuelvo a velar por mil años su sueño en soledad, sabiendo que tan sólo yo soy el culpable de mis desdichas ya que ¿Quién me incito a amar al sol que me quema y para el cual tan solo soy un grano más de arena sin valor? Y viendo mi imagen en el cadáver de un amigo, oigo mi voz desde el olvido. Ni todos los caballeros enmascarados son príncipes encantados, ni todos los dragones son monstruos ya olvidados y extinguidos.